domingo, 16 de agosto de 2020

The Neal Morse Band - The Grand Experiment

2015-The Grand Experiment

Cuando hablamos de Neal Morse, hablamos de uno de los artistas más emblemáticos del Prog moderno, un ícono que hizo su carrera a base de perseverancia y no bajar nunca los brazos. Con un éxito tardío que llegó a medias con Spock’s Beard en la segunda mitad de los 90s, el maestro deicidió abandonar la banda en 2002 (luego del seminal “Snow”), y seguir su propio camino solista con más libertad compositiva y sobretodo lírica, donde Neal pudo abordar en sus letras la espiritualidad de una persona que estaba redescubriendo el cristianismo.


De esta manera Neal junto a Mike Portnoy y Randy George lograron crear gemas de Rock Progresivo como Testimony 1 y 2, One, Question Mark y el mastodóntico Sola Scriptura, con una eficacia y productividad que lo convertirían en uno de los artistas más prolíficos del Prog. Tras la reformación de Transatlantic y su monumental “The Whirlwind” en 2009, adelantamos el reloj a 2012 y nos encontramos con un Morse más inquieto y buscando fijar una formación. Es en esta época que se realizan audiciones en las cuales participan Eric Gillette y Bill Hubauer, ganando lugares de invitado, o “guest spots”, en el álbum “Momentum” del mismo año y su consecuente gira.


Neal vio el potencial que había en esta nueva formación, así que finalmente decidió consolidarla en una banda propiamente dicha con integrantes fijos. De esta forma nace The Neal Morse Band con el objetivo de generar piezas que se sientan más como esfuerzos colaborativos y no tanto invenciones que salgan únicamente de la mente del maestro. Con esta premisa la banda se encerró en los estudios de Radiant Records en Nashville a fines de 2013 para componer una nueva obra, solo que esta vez, Neal Morse tendría la ayuda de otros prodigios de la música en su primera creación bajo esta modalidad. En el espíritu de la unión como banda y de escuchar a otras mentes creativas, Neal y su grupo entraron al estudio sin ninguna idea en mente, sin demos, sin maquetas. Una oportunidad para poner a prueba la química y la creatividad de estas cinco mentes maestras.



Y en un breve lapso de tiempo, y tras un proceso que resultó fluido y muy entretenido, nace esta joya de la era moderna que oficia tanto de fin como de comienzo de una era. “The Grand Experiment” fue lanzado en Febrero de 2015 y contiene cinco composiciones (más otros tres bonus tracks) que se sienten frescas, originales, y sobretodo un esfuerzo en conjunto donde se pueden detectar los aportes de cada artista, como si la gran maquinaria que aparece en la portada funcionara sólo si cada pieza está en su lugar.


La carta de presentación viene de la mano de “The Call”, diez minutos de pura gloria progresiva que desde el principio deja la vara muy alta y nos eleva a un estado de regocijo manteniendo un aura positiva y envigorante durante su extenso desarrollo. La canción muestra el enriquecimiento vocal del conjunto al hacer participar a todos del coro principal de una manera sublime. Sobre la mitad del tema aparece la sección instrumental, y acá la banda se luce de forma sobresaliente. El bajo de Randy George marcando una base potente y el colchón de teclados de Bill Hubauer y el propio Neal Morse generando un aura misteriosa y por momentos oscura, para que en el minuto 7 aparezca ese prodigio de la guitarra que es Eric Gillete y nos deleite con un solo lleno de sentimiento que desemboca en una respuesta antológica de Hubauer. Para el final, la repetición del estribillo con la banda completa en modo goce absoluto, es un momento que realmente eriza la piel. Quien haya presenciado esta canción en vivo sabe que se ha transformado en un clásico moderno de la banda y oficia como un perfecto comienzo u cierre de show según corresponda. Un auténtico tour de force para mostrarnos todo lo que es capaz de hacer la Neal Morse Band cuando todas sus mentes se ponen de acuerdo.



Lo que le sigue es la canción que da título al álbum: “The Grand Experiment” oficia como single y presenta una estructura rockera mucho más digerible y comercial, pero no por ello menos falta de talento. El juego de voces es impecable y genera un estribillo memorable de esos que te queda resonando largo tiempo después de terminar la escucha. Sobre la mitad aparece un clima etéreo que desemboca en un solo de Gillette bien straightforward y hard-rockero que hará las delicias de los amantes del género. Inesperadamente la instrumentación se silencia y aparece una sección a capella de esas que tanto nos gustan a los fans de Spock’s Beard, que aunque muy breve cumple su cometido y da pie nuevamente al estribillo, que en este punto ya nos tiene saltando y cantando a todo pulmón.


“Waterfall” es una hermosísima balada que aprovecha al máximo las capacidades vocales de todos los integrantes. Compuesta únicamente de voces, piano, pandereta, bajo y guitarras acústicas, es otra de esas canciones que logran emocionar, sobretodo por el cuidado que se le da a la composición e interpretación de las armonías vocales, donde Eric Gillete tiene u primer momento de brillo (que ahora ya sabemos que será el primero de muchos). Una exquisita pieza que nos sirve para pasar la página de cualquier mal que nos aqueje y nos hace avanzar a una nueva prosperidad limpiando todos nuestros pensamientos negativos.



El momento bizarro aparece con “Agenda”, una canción inexplicable y muy simple, que parece haber sido buscada a propósito como un momento de respiro entre tanto virtuosismo y composiciones exquisitas. Es una canción breve, pegadiza y de estructura muy básica, que también fue lanzada como single y es acompañada del videoclip más barato que puedan encontrar por estos lados del Prog. Ya sabemos que todo es parte de la experimentación del álbum, por eso no podemos tirar demasiada crítica cuando aparecen este tipo de canciones, pero sin dudas estamos ante el momento más flojo del disco, y si no fuera porque el estribillo se repite infinidad de veces y te queda grabado, se trata de una canción bastante olvidable.


Pero nada de lo escuchado hasta ahora podría prepararnos para el monumental cierre con “Alive Again”, un himno de proporciones épicas que derriba todo límite establecido y se corona como el punto más alto del álbum, y una de las composiciones más redondas y especiales en toda la discografía de Neal Morse. Se sabe que nadie le gana al maestro en el área de componer canciones épicas de larga duración que te pasean por todos los climas imaginables, y “Alive Again” no es la excepción, englobando en su totalidad un perfecto homenaje a la música progresiva y sus épocas doradas. Con un comienzo atmosférico que va ganando en intensidad, la primera parte de la canción explota como una perfecta intro melódica y grandilocuente mostrando a todos los músicos avocados a hacer de este viaje algo memorable. La melodía principal arranca y los punteos de guitarra no se hacen esperar, Gillete y Morse nos dan clase de sentimiento mientras la introducción va culminando y entramos al verdadero espectáculo.



Mike Portnoy deja salir su bestia interior con un riff de batería complejo y bien marcado, mientras los endemoniados de las teclas y las guitarras enardecen un ritmo cada vez más enfermo y maniático. Es la perfecta antesala para el primer verso, donde Neal comienza cantando de una forma tranquila, anticipando un viaje introspectivo muy importante. Cuando el estribillo hace su aparición con todas las voces al unísono y una participación soberbia de Eric, sabemos que sobre el final esto se va a estar repitiendo pero con la intensidad elevada a la enésima potencia: es el sello Neal Morse de las grandes épicas.


Sobre el minuto 9, una atmósfera de misticismo nos hace ver que estamos entrando en la tercera parte de la canción, lo que podríamos llamar como “el acto divertido”. Acá los instrumentos se desdibujan, los sonidos se transforman y el sentimiento general es de relajarse y participar de la fiesta. Con un ritmo rockero más marcado, Neal entona los versos con gracia y el resto de sus compañeros lo acompañan en un nuevo estribillo que no hace otra cosa que brillar y te hace querer participar del regocijo. Hay una sección donde el mismo riff empieza a repetirse pero con distintos instrumentos, tonalidades y matices, que hasta incluye un pequeño interludio orquestal que homenajea a la música clásica, para desembocar en un impresionante riff rockero que nos hace ver que acá la cosa se pone turbia. Eric Gillete empieza a solear y el mundo se viene abajo: si buscas una introducción al rol de este nuevo integrante en la Neal Morse Band, solo basta con escuchar desde el minuto 14 de esta canción para ver lo que es capaz de hacer esta bestia.


Cuando la locura termina, como si el sol saliera en un nuevo amanecer, los reflectores apuntan a Bill Hubauer y su momento de brillo en las vocales. Una sección acústica muy cálida que nos muestra el sentimiento que es capaz de evocar este nuevo talento en este cuarto acto etéreo y floydiano que logra emocionar a medida que crece en intensidad. Y como habíamos anticipado, los últimos cinco minutos están dedicados al reprise del verso inicial, pero de manera gloriosa e intensificado al máximo. Coros angelicales, orquesta, la banda prendida fuego, todas las voces al unísono. Es la conclusión perfecta para la canción perfecta, el fin de un viaje interno en donde nos encontramos con nosotros mismos y salimos victoriosos ante toda adversidad. Y en lo que sería la “outro”, la melodía principal vuelve a repetirse con distintas variaciones, haciéndonos despertar de a poco del sueño que acabamos de presenciar. Una auténtica oda al Rock Progresivo que homenajea a todos los ídolos: Rush, Genesis, Jehtro Tull, Pink Floyd, podemos escuchar un poco de cada cosa en esta maratón de emociones. Nos sentimos vivos denuevo.


En la edición especial del álbum aparece un segundo disco que contiene varios bonus tracks súper interesantes: “New Jerusalem (Freedom Is Calling)” es una balada guíada por un riff de batería muy potente, con un estribillo coreable


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